POLÍTICA
La soledad de Perú
Perú está solo en su batalla por preservar la democracia, pero lo que allí suceda tendrá repercusiones graves para las libertades en el continente.
Lo primero que hay que decir es que la destitución del presidente Castillo en Perú fue legal y legítima. Legal, pues siguió el conducto regular de la separación de poderes y tuvo aprobación, tanto del Congreso como del poder judicial, sin cambiar la legislación para otorgarse atribuciones, y fue legítima, ya que el que se convirtió en dictador fue Castillo, quien anunció que asumía poderes legislativos y judiciales, lo que desencadenó su destitución y su encarcelamiento.
Increíble tener que recordar esto, pero es que la narrativa que la izquierda ha tratado de imponer es que fue un golpe de estado, que fue una decisión ilegítima originada porque Castillo era un líder de origen popular. No es sino ver las barbaridades que han dicho y siguen diciendo los distintos presidentes de izquierda para entender la batalla en la que estamos los demócratas del continente contra los populistas y esa izquierda que quiere acabar con la separación de poderes, base de la democracia liberal.
Hace un par de días, presidente de México, Andrés Manuel Lopez Obrador, se refirió despectivamente a la actual presidenta del Perú, Dina Boluarte, a la cual calificó como “títere y pelele al servicio de la oligarquía extranjera y nacional”. Esto hace parte de esa narrativa que nos quieren imponer, o le quieren imponer al mundo, Petro, Fernandez, Kirchner y Lula, sumados a los más radicales populistas.
De ese discurso se pegó AMLO para justificar la transformación del sistema electoral, hoy uno de los mejores del continente, en uno que le sirva más a sus intereses personales y políticos. Cuando el secretario de estado Antony Blinken, de manera acertada, le advirtió al presidente mexicano que esa reforma afecta libertades, limita la democracia y cambia las reglas de juego electorales, este le contestó “que se ocupe de lo que está pasando en el Perú”.
Es decir, la izquierda radical del continente, enemiga de las libertades, tiene hoy un caballito de batalla para distraer, para intervenir en los asuntos de otros países y para justificar sus actos contra la democracia liberal; mientras tanto, los demócratas del continente, y del mundo, creen que con un comunicado basta.
Perú está solo en su batalla por preservar la democracia, pero lo que allí suceda tendrá repercusiones graves para las libertades en el continente. Guardando las proporciones, obviamente, en Ucrania se da esa batalla contra un invasor externo, mientras que en Perú se da una batalla contra un agresor interno que, con ayuda externa, quiere demoler la democracia. No aceptan que legalmente hayan destituido a uno de los suyos. No podemos olvidar que mucha de la violencia que allí se da tiene que ver con bases y viejos líderes de Sendero Luminoso que sobreviven y que son alimentadas por el narco desde adentro y desde afuera, en especial por Bolivia, pero también Cuba, Rusia y Venezuela.
No entiendo la falta de activismo de reconocidos líderes que entienden lo que está pasando en el mundo y cómo hoy la lucha es entre dictaduras y democracias. Ucrania, Perú, Nicaragua, Cuba, Venezuela hacen parte de este escenario que puede terminar dándose en los países bálticos, en Moldavia e incluso en Colombia.
No entiendo cómo el grupo Internacional Demócrata de Centro o el Club de Madrid no han sido más agresivos en el apoyo a la democracia peruana. No bastan los comunicados, visitas de expresidentes en apoyo franco al gobierno, más que necesarias son urgentes. Oscar Arias, José María Aznar, Felipe Calderón, Laura Chinchilla y otros que militan en estas organizaciones deberían ser más activos.
Lo mismo se puede decir de senadores demócratas y republicanos del Congreso de los Estados Unidos. Grandes defensores de la libertad en el continente, como el senador demócrata de New Jersey, Bob Menéndez, o los senadores republicanos Marco Rubio, de Florida, y Bill Cassidy, de Louisiana, deberían ir a Peru a apoyar a un gobierno que lucha por preservar esos valores que se perdieron en Cuba, en Venezuela y en Nicaragua.
Los líderes de los partidos en el continente que defienden estos valores deberían entender que su presencia en Perú es urgente, que en sus congresos hay que hacer todo lo posible para lograr esa solidaridad que hoy necesitan. No podemos esperar nada de los Presidentes que ya tienen su narrativa y nos la quieren imponer, pero los congresos son otra cosa.
Una parte de la aprehensión es la violencia, y ahí sí que es exitosa la izquierda: “inocentes protestantes enfrentan violentos militares”. No es así ni en Perú, ni en Chile ni en Colombia. Los abusos se deben castigar, pero los violentos inmersos en las protestas también. En Colombia, Petro, para reafirmar esa narrativa y abrir camino a esa modalidad de imposición política a través de la protesta violenta, pide que liberen a quienes fueron legalmente arrestados. La Justicia por ahora se ha negado, pero el camino está abierto.
No dejemos a Perú solo. Allí se está dando una pelea por la libertad que necesita de cada uno de nosotros. Conmigo cuenten.